Cuando uno lleva tres fines de semana sin aparecer, en principio tiembla. Sabes que te toca sufrir; que no seguirás fácilmente el ritmo del grupo; que pasada la primera hora no podrás ni sentarte en el sillín…Sin embargo, hoy es mi día de suerte. Llega la hora de partir y compruebo que faltan la mayoría de los “picones”. T.P. no va a marcar el ritmo con sus comentarios del tipo “chacho así no podemos ir”. Tampoco está Pabli, que en el kilómetro ocho le pone el automático y ya no mira pa´tras hasta el avituallamiento. Ni tampoco Cuchi, que ve una cuesta y se le calienta la sangre. Y, por supuesto, Jose, “sprinterman”, que también le gusta animar el cotarro en los últimos kilómetros.
Se había corrido la voz y la propuesta de Naturaul de salir a las nueve se hizo realidad. Con tantas incorporaciones que se van produciendo en el grupo, uno no sabe con quien va a pedalear ese día: Mario, Ruben, Orzowei, Javi Avería, el otro JaviTicoDoco, Juan Carlos, Ángel, el otro ÁngelGC, Naturaul y el que suscribe.
Uno propone y si los demás asienten, pues para adelante. En principio haríamos la Cabra al revés. ¿Eso que és? ¿Hacer la “ArbaC”? Pues no, sencillamente era atacar el puerto por el Este. Doña Blanca, Minas del Lobo, Puerto de la Cabra, carretera y Canal.
Como había imaginado, afortunadamente el ritmo no iba a ser tan fuerte como en otras ocasiones. Ello permitió que fueramos relativamente agrupados, sin que nadie se quedara descolgado. La primera parada la hicimos para reagruparnos a la sombra del cruce donde dicen que una vez derrapó una mujer en pleno campo con el coche (“tócate los guevos”, si las mujeres no derrapan ni en los ralys). En estas situaciones siempre pasa lo mismo: los primeros que llegan y, mientras esperan a los demás, descansan. Y cuando aparece el último, y sin tiempo a que tome aliento, como si se activara un resorte, el grupo se pone en marcha inmediatamente. Esto no está bien, ¿verdad Juan Carlos?
A pesar de estar en pleno mes de Orzowei, digo de Julio, no hacía excesivo calor. Eran las diez de la mañana y con un ligero viento fresco nos dirigíamos a la zona de las Minas del Lobo. A punto estuvimos de cruzarnos con un grupo de calabazones caminantes que, con motivo de las fiestas de San Juan estaban realizando la primera ruta del programa de festejos. Eran quince kilómetros caminando. Partían de la Ermita de la Antigüa pasadas las siete de la mañana, continuaban por las Minas del Lobo en torno a las nueve, hasta llegar a la Ermita de las Cruces. Las otras rutas programadas eran la de la Tapa, este próximo fin de semana. Y la ya famosa “Ruta del Aperitivo”, el siguiente. En estas rutas se bebe y come más que en la de Alía, ¿verdad?
A un ritmo que a Naturaul le parecía el adecuado, según me comentaba con satisfacción, cruzamos la zona de piedras y eucaliptos con destino a las primeras rampas. Dejando a la izquierda el camino que lleva al “balneario”, comenzamos la ascesión. Aquí ya comenzaron los problemas técnicos con los neumáticos y que no nos abandonarían durante el resto del trayecto. Y así fue: a los pocos metros de acabar la primera rampa, Mario se paró y con él todos. Había pinchado, había reventado, no se muy bien que le pasó. El caso es que alguien comentó que el lateral de la cubierta era más fina que el papel de fumar. En fin, un pequeño apaño y continuamos.
Resulta curioso que en este tipo de subidas, al contrario que en el resto del recorrido, nadie espera a nadie -“sálvese quien pueda”-. Los más fuertes tiran y los demás se estiran. Ruben, Javi Avería, Mario y Orzowei ocuparon primero las cuatro piedras dispuestas a los pies de la caseta para recuperar fuerzas. Los demás, no mucho después. Lo cual nos da la idea de que aquí todo el mundo va cogiendo la forma poco a poco. Podíamos haber subido hasta el mirador, fuerzas nos sobraban a todos, pero tampoco era plan de molestar a los vigilantes forestales.
Camino de la Lapa, de nuevo problemas con las cubiertas. “Pummm, psssssssssss, ploff”.Esta vez le tocó a Rubén. Por el agujero cabía un dedo. No contábamos con la cubierta de repuesto que siempre lleva Lospi en la tija del sillín. Así es que hubo que operar. Quito de aquí, remiendo allá, inflo y listo para la bajada.
Con ese remiendo en la cubierta, lo más razonable hubiera sido llegar hasta la carretera y llamar a las asistencias. Pero la idea de Rubén era otra: aguantar ha sta el final. La bajada fue vertiginosa. Tan rápida que Orzowei no pudo esquivar una de las muchas piedras de pico que acechan- “Pummm, psssssssss, ploff”. Y a pararse se nuevo. ¿Cómo es posible que uno reviente la rueda y se le ponga una sonrisa de oreja a oreja? Ahí estaba Orzowei, desmontando la rueda sin parar de reírse. Y los demás mirando. Juan Carlos apoyado sobre el manillar contemplaba con atención cómo era eso de cambiar una rueda, por si algún día tenía que hacerlo. Y dijo yo: ¿para aprender no es mejor practicar, mancharse las manos de grasa, darle a la manivela?
Por fin llegamos a la carretera. Con un viento de costado considerable y agrupados, nos dirigimos al Reventón. Hicimos una parada técnica en la ermita de las Cruces para repostar agua y pa casa. Hubo sprint, como siempre, pero al que suscribe no llegó a verlo. (yo tampoco Javi, el sprint es para gente privilegiada)
By Javi Penúltimo
Muchas gracias Javi, esto si que son crónicas, porque para los que no pueden asistir a las rutas se las pueden imaginar perfectamente como si hubieran estado allí.
NATURAUL:
ResponderEliminarJavi, como siempre la crónica sensacional, es como revivir la ruta otra vez.
Muy buena Javi, la verdad es que da gusto leer estas crónicas que hacia tiempo no leia.
ResponderEliminarHaber si de una vez puedo salir un sabado, tengo unas ganas locas, pero joder(perdón)cuando no es una cosa es otra, en fin que se le va hacer.
Salu2
Avería dice:
ResponderEliminarUna muy buena crónica,sí señor.No tiene desperdicio.Chapó por Javi "el penúltimo".Así es como se revive un día de ruta,para los que estuvimos y los que no pudieron estar.
saludos
fco javier