Camino del Puente de la Antigüa. “Opción A, opción B”.
Cuando no se tiene claro el recorrido desde un principio, el resultado no puede ser otro: distintas alternativas de rutas, continuas paradas, en definitiva, falta de ritmo.
En el momento de la partida echamos en falta a bastantes compañeros. Migue sigue en su “destierro hurdano” -ya queda menos-; Mauri con sus pequeños achaques, a punto de reincorporarse; Piolo, que ya se le cae la baba y eso que el niño todavía no ha nacido; y, por último, Lospi, ya casi restablecido del brazo. Miedo me da cuando vuelva, la caña que nos va a meter. Ya nos dijo que nos estábamos tomando últimamente las cosas muy tranquilas.
Con el paso del tiempo las nuevas incorporaciones del grupo se van consolidando. Allí estaba Barna (David) aguantando como el primero, uno de los hermamos Coelex José Ángel y Juan Carlos, otro discípulo de Paco y, por supuesto Raúl, que no se pierde una. Y, como las mañanas ya no son tan frescas, también merodeaba por allí el vecino Juan, supervisando la salida del grupo. Como no estaba Piolo, había fijado su objetivo en Mario. Por la retaguardia y aprovechando que la víctima estaba cerrando la puerta de la cochera, se avalanzó con decisión sobre la patilla. Un leve giro de cuello de última hora impidió el fatal desenlace (¡!! Ahhhhh… maricooonnn…!!!”).
Sin tener muy claro adonde nos dirigíamos, salimos, como siempre, bastante tarde. En un principio Paco San Fran y Juan Carlos pensaban realizar un trayecto corto. Jose tampoco pensaba acabar con nosotros, pues tenía compromisos “sociales” ineludibles. Mario había quedado con Lospi que nos encontraríamos en Magacela para volver por carretera. En fin, el panorama de lo más turbio.
En pareja de a dos el numeroso grupo enfilaba el camino del Santo ¿Jabero? con destino a los toboganes de Doña Blanca. Sin haber embarrado aún las bicis, Pitu pensó que el paso por el badén de Ortigas era buen momento para lavarlas y pasó salpicando a los que tenía al lado.
Buen ritmo por el camino de los caballos hasta que se produjo la primera parada. La mayoría íbamos a continuar por la trialera que acaba en el Puente de la Pared. Paco San Fran y Juan Carlos pensaban dirigirse al Sur hasta llegar a “donde derrapa la mujer” y continuar por no sé dónde. “Opción A, Opción B”, decía Paco. Al final, después de muchas dudas, continuaron con nosotros y todos juntos cruzamos de nuevo el río Ortigas. Con el caudal que éste llevaba el mérito no estaba en no caerse, sino en cruzar sin mojarse los pies. Algunos lo consiguieron.
Con una tranquilidad que casi nos permitía ver los galápagos tomar el sol sobre las peñas de las orillas, cruzamos la trialera hasta llegar al Puente de la Pared. Reagrupamiento y de nuevo seguimos el curso del río. Esta vez por la orilla sur camino del Puente de la Ermita de la Antigüa. Esta trialera es totalmente diferente a la anterior: apenas hay rocas, la vegetación es más espesa y el itinerario transcurre por una vereda de cuarenta centímetros de ancho de ovejas y esparragueros. O sea, que en fila de uno y tocando la maneta del freno delantero. Paco y Pitu iban delante marcando el ritmo, o haciendo la cabra. Algún resbalón, alguna caída, algunos arañazos…En fin, entretenimiento vario.
-¡Ehhhh, oyeeee….!, dijo a voces Paco al otro lado de un pequeño arroyo: -Opción A: cruzar montado un charco en bajada con agua y barro, bastante peligroso. Opción B: bajarse de la bici y cruzar por la derecha saltando por unas piedras y sorteando las zarzas, con cuidado de no poner las botas en el agua. Pero sopesando opciones me di cuenta que por la izquierda se podía vadear tranquilamente sin jugarte el físico. (¿…..?).
Casi llegando al puente de la ermita y en una zona donde una pequeña represa hace que el río sea bastante más ancho, nos topamos con un rebaño de ovejas del que sobresalía más de medio metro un MASTÍN. Desde lejos me parecía un león. El grupo se paró en seco. Ah, ya no soy yo sólo el que tiene miedo a los perros, eh…. –“Dejadme a mí, y seguidme todos juntitos”, dijo Paco. ¿Tendría una salchicha en el bolsillo?. ¿Era un adiestrador de perros?. O, sencillamente, era un temerario. A nuestro paso el perro se apartó con recelo sin perdernos de vista. Yo tenía la sensación de que iba a echar un bocado sobre mis depiladas piernas blancas. Todo quedó en un susto.
Por fin llegamos al puente de la Ermita de la Antigüa, donde tras comernos unos bocatas de muesli y hacernos unas fotitos sobre el brocal del puente, retomamos de nuevo las dudas: OPCIÓN A, OPCIÓN B. Por un lado, Mario iba a continuar por el norte para llegar a Magacela, donde había quedado con Lospi, para luego continuar por carretera hasta Don Benito -opción A-. En cambio, otros huían de la carretera como yo del mastín y querían continuar por el Sur -opción B-. Después de un largo rato de deliberaciones, fue Pitu el único que acompaño a Mario y los demás tomamos rumbo Sur camino de las Minas del Lobo.
A esa hora el sol ya pegaba. Algunos hubieran deseado no llevar fundas en las canillas. Algo estirados y con alguna cuestecilla que otra llegamos a las Minas del Lobo, donde nos reagrupamos para dirigirnos al cruce de “donde derrapa la mujer”. En esa zona nos encontramos a unos experimentados ciclistas calabazones que, según nos contaban llevaban más de veinte años montando. Aunque siempre que coincidimos con ellos están descabalgados y a la sombra. Así aguanten otros veinte años más. (El Wary y compañía)
El tiempo se echaba encima y si queríamos tomar un refrigerio para recuperar la hidratación había que espabilarse. Ya no había más opciones A y B. Directos para casa y punto. De nuevo por el camino de los caballos hacia Doña Blanca. Como siempre, en esta zona el ritmo se aceleró. Yo puse la corona grande y pa´ lante. Sin mirar atrás crucé por última vez el río Ortigas. Pensaba que llevaba ventaja y que ésta era la mía. Tiré con todas mis fuerzas hacia los toboganes hasta llegar a la carretera, donde pensaba que me pegarían la pasada. Para mi sorpresa nadie me seguía. ¿.....? Pasaron más de diez minutos y nadie llegaba. Llamé a Ángel y me comentó que no pasaba nada, que venían tranquilos. Había hecho el ridículo. Qué cara de tonto tenía. Yo había esprintado para llegar de los primeros y ellos habían pasado de mí. Se habían esperando unos a otros, sin prisas. Eso no es ganar, eso es hacer el primo.Juntos de nuevo nos dirigimos al solarium del parque, donde nos tomamos unas jarritas que tenían pinta, por el tamaño, de esas copas de Europa que el Madrid ganaba en la época de Franco. Hasta casi las tres de la tarde
Cuando no se tiene claro el recorrido desde un principio, el resultado no puede ser otro: distintas alternativas de rutas, continuas paradas, en definitiva, falta de ritmo.
En el momento de la partida echamos en falta a bastantes compañeros. Migue sigue en su “destierro hurdano” -ya queda menos-; Mauri con sus pequeños achaques, a punto de reincorporarse; Piolo, que ya se le cae la baba y eso que el niño todavía no ha nacido; y, por último, Lospi, ya casi restablecido del brazo. Miedo me da cuando vuelva, la caña que nos va a meter. Ya nos dijo que nos estábamos tomando últimamente las cosas muy tranquilas.
Con el paso del tiempo las nuevas incorporaciones del grupo se van consolidando. Allí estaba Barna (David) aguantando como el primero, uno de los hermamos Coelex José Ángel y Juan Carlos, otro discípulo de Paco y, por supuesto Raúl, que no se pierde una. Y, como las mañanas ya no son tan frescas, también merodeaba por allí el vecino Juan, supervisando la salida del grupo. Como no estaba Piolo, había fijado su objetivo en Mario. Por la retaguardia y aprovechando que la víctima estaba cerrando la puerta de la cochera, se avalanzó con decisión sobre la patilla. Un leve giro de cuello de última hora impidió el fatal desenlace (¡!! Ahhhhh… maricooonnn…!!!”).
Sin tener muy claro adonde nos dirigíamos, salimos, como siempre, bastante tarde. En un principio Paco San Fran y Juan Carlos pensaban realizar un trayecto corto. Jose tampoco pensaba acabar con nosotros, pues tenía compromisos “sociales” ineludibles. Mario había quedado con Lospi que nos encontraríamos en Magacela para volver por carretera. En fin, el panorama de lo más turbio.
En pareja de a dos el numeroso grupo enfilaba el camino del Santo ¿Jabero? con destino a los toboganes de Doña Blanca. Sin haber embarrado aún las bicis, Pitu pensó que el paso por el badén de Ortigas era buen momento para lavarlas y pasó salpicando a los que tenía al lado.
Buen ritmo por el camino de los caballos hasta que se produjo la primera parada. La mayoría íbamos a continuar por la trialera que acaba en el Puente de la Pared. Paco San Fran y Juan Carlos pensaban dirigirse al Sur hasta llegar a “donde derrapa la mujer” y continuar por no sé dónde. “Opción A, Opción B”, decía Paco. Al final, después de muchas dudas, continuaron con nosotros y todos juntos cruzamos de nuevo el río Ortigas. Con el caudal que éste llevaba el mérito no estaba en no caerse, sino en cruzar sin mojarse los pies. Algunos lo consiguieron.
Con una tranquilidad que casi nos permitía ver los galápagos tomar el sol sobre las peñas de las orillas, cruzamos la trialera hasta llegar al Puente de la Pared. Reagrupamiento y de nuevo seguimos el curso del río. Esta vez por la orilla sur camino del Puente de la Ermita de la Antigüa. Esta trialera es totalmente diferente a la anterior: apenas hay rocas, la vegetación es más espesa y el itinerario transcurre por una vereda de cuarenta centímetros de ancho de ovejas y esparragueros. O sea, que en fila de uno y tocando la maneta del freno delantero. Paco y Pitu iban delante marcando el ritmo, o haciendo la cabra. Algún resbalón, alguna caída, algunos arañazos…En fin, entretenimiento vario.
-¡Ehhhh, oyeeee….!, dijo a voces Paco al otro lado de un pequeño arroyo: -Opción A: cruzar montado un charco en bajada con agua y barro, bastante peligroso. Opción B: bajarse de la bici y cruzar por la derecha saltando por unas piedras y sorteando las zarzas, con cuidado de no poner las botas en el agua. Pero sopesando opciones me di cuenta que por la izquierda se podía vadear tranquilamente sin jugarte el físico. (¿…..?).
Casi llegando al puente de la ermita y en una zona donde una pequeña represa hace que el río sea bastante más ancho, nos topamos con un rebaño de ovejas del que sobresalía más de medio metro un MASTÍN. Desde lejos me parecía un león. El grupo se paró en seco. Ah, ya no soy yo sólo el que tiene miedo a los perros, eh…. –“Dejadme a mí, y seguidme todos juntitos”, dijo Paco. ¿Tendría una salchicha en el bolsillo?. ¿Era un adiestrador de perros?. O, sencillamente, era un temerario. A nuestro paso el perro se apartó con recelo sin perdernos de vista. Yo tenía la sensación de que iba a echar un bocado sobre mis depiladas piernas blancas. Todo quedó en un susto.
Por fin llegamos al puente de la Ermita de la Antigüa, donde tras comernos unos bocatas de muesli y hacernos unas fotitos sobre el brocal del puente, retomamos de nuevo las dudas: OPCIÓN A, OPCIÓN B. Por un lado, Mario iba a continuar por el norte para llegar a Magacela, donde había quedado con Lospi, para luego continuar por carretera hasta Don Benito -opción A-. En cambio, otros huían de la carretera como yo del mastín y querían continuar por el Sur -opción B-. Después de un largo rato de deliberaciones, fue Pitu el único que acompaño a Mario y los demás tomamos rumbo Sur camino de las Minas del Lobo.
A esa hora el sol ya pegaba. Algunos hubieran deseado no llevar fundas en las canillas. Algo estirados y con alguna cuestecilla que otra llegamos a las Minas del Lobo, donde nos reagrupamos para dirigirnos al cruce de “donde derrapa la mujer”. En esa zona nos encontramos a unos experimentados ciclistas calabazones que, según nos contaban llevaban más de veinte años montando. Aunque siempre que coincidimos con ellos están descabalgados y a la sombra. Así aguanten otros veinte años más. (El Wary y compañía)
El tiempo se echaba encima y si queríamos tomar un refrigerio para recuperar la hidratación había que espabilarse. Ya no había más opciones A y B. Directos para casa y punto. De nuevo por el camino de los caballos hacia Doña Blanca. Como siempre, en esta zona el ritmo se aceleró. Yo puse la corona grande y pa´ lante. Sin mirar atrás crucé por última vez el río Ortigas. Pensaba que llevaba ventaja y que ésta era la mía. Tiré con todas mis fuerzas hacia los toboganes hasta llegar a la carretera, donde pensaba que me pegarían la pasada. Para mi sorpresa nadie me seguía. ¿.....? Pasaron más de diez minutos y nadie llegaba. Llamé a Ángel y me comentó que no pasaba nada, que venían tranquilos. Había hecho el ridículo. Qué cara de tonto tenía. Yo había esprintado para llegar de los primeros y ellos habían pasado de mí. Se habían esperando unos a otros, sin prisas. Eso no es ganar, eso es hacer el primo.Juntos de nuevo nos dirigimos al solarium del parque, donde nos tomamos unas jarritas que tenían pinta, por el tamaño, de esas copas de Europa que el Madrid ganaba en la época de Franco. Hasta casi las tres de la tarde
es acojonante como puedes recordar la ruta con pelos y señales.es que no te has dejado ni un detalle.eres un crack.por cierto soy el "barna".aupa los perdios.
ResponderEliminarHola compañeros Perdios.
ResponderEliminar¿Ke os parece si mañana sabado subimos a la crabra?con estos dias ke hacen creo seria idoneo.
Javi,ke buena la cronica,¡¡eres bueno muchachooo...!!
Paco el día que de desmonten la cabra y los guzmanes que va a ser de ti.
ResponderEliminarTP
Javi dice:
ResponderEliminarLa cabra tira al monte y las bicis de montaña huyen de la carretera.
mañana pa la cabra con dos cojones.barna.
ResponderEliminarPaco gracias por acompañarme en el ascenso a la cabra que hubiera sido de mí sin tu ayuda,eso sí por favor que alguien cuelgue las fotos del día 21,ya van remitiendo los dolores de cuerpo que he tenido,jaja.Paco acuérdate de que tenemos que llevar el agua y la luz a nuestra parcelita de la trialera.Soy Suniba la novia de José Angel Coelex.Saludos a los perdíos.
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