Etapa irrepetible. Y digo irrepetible porque no creo que volvamos a repetirla, al menos en esas condiciones. Lo que parecía una salida como otra de las muchas que hemos realizado fuera de nuestra zona, se convirtió en algo casi “épico”. En principio iban a ser unos sesenta kilómetros. Saldríamos sobre las nueve de la mañana y regresaríamos antes de las dos. Teníamos un excelente mapa realizado por Orzowei y Pitu, y contábamos con las explicaciones y detalles de David, el amigo de Orzowei, que regenta la casa rural “El Rincón del Lince”. Pero pronto descubriríamos que la realidad iba a ser otra.
Partimos desde Don Benito con bastante puntualidad, en torno a las siete y diez de la mañana. Nos habíamos juntado en el Bar Stop Pabli, Cuchi, Luis, Pitu, Orzowei, Mario, Jose -que estrenaba bici- y Javi. -lo siento por los que no pudieron venir y más por los que “en pudiendo, no viniendo y perdiéndoselo”-. Aquí ya vimos que había fallado un poquito la infraestructura: ocho individuos y seis coches. “¿Dónde está la crisis?, dice Jose.
En torno a las ocho y media llegamos a la casa rural Estrecho de la Peña del paisano David y, tras algunos ajustes en las bicis (“no me funciona el velocímetro…“; “me falta presión en el amortiguador…”, “tengo que inflar la rueda…-¡no la derecha, porque eso no existe, cojones!-”, en fin, lo de siempre) comenzamos al aventura.
En ese momento se puso en funcionamiento el “JPS”, o sea, el “Julio Position System”…Hizo lo que pudo. Tengamos en cuenta que estábamos en zona montañosa y había escasa cobertura. Le había comentado David que habíamos de tomar el camino que salía enfrente de la casa rural y paralelo a la carretera. Así lo hicimos y acabamos en una pequeña finca sin salida. (¿¿¿???). ¿Sería un presagio de lo que nos iba a pasar durante el resto del día? …No importa, hoy vamos en plan avanzadilla, descubriendo una nueva ruta. Cogemos la carretera hacia la izquierda y vamos en busca de ese camino. Por fin salimos de la carretera y comienza la aventura. Por aquí vamos bien, pensamos. Todos agrupados, un camino paralelo a la sierra…Parecía que todo iba bien, hasta que nos encontramos con una bifurcación (la primera en la frente): ¿a la derecha o a la izquierda?. El instinto nos llevó a la izquierda –y no iba a ser la primera vez-. Y también nos llevó al pueblo de Alía tras una prolongada bajada. Alguien dijo: “como nos confundamos y tengamos que regresar, ¡menuda cuesta!. Tras llegar al pueblo, “JPS” le dio al “F1” -vamos, que preguntó a un vecino enseñándole el mapa- y pa tras, tuvimos que subir la cuesta.
Seguimos ruta, sin saber lo que nos deparaba el destino, hasta topar con otra bifurcación. Aquí estuvo la clave de todo. La opción derecha bajaba hacia un valle y parecía acabar en la sierra. La opción izquierda seguía la misma altitud que llevábamos y parecía que la rodeaba. Nos volvimos a equivocar, y esta vez sí fue determinante. Este error provocaría un retraso en la llegada de más de una hora y suponía hacer bastante más kilómetros. Pero, ¡quién dijo miedo!
Continuamos hasta que el camino acabó en una valla. Nos encontrábamos en medio de un bello paraje de dehesa, pero perdidos. ¿Por donde seguíamos?. De nuevo opción derecha, opción izquierda. Y esta vez sí acertamos. Siguiendo campo a través y, tras ver un zorro colgado de una encina, acabamos en medio de un rebaño de cabras, un mastín (¡ufff!) y un animoso pastor, a quien inmediatamente se dirigió JPS con mapa en mano.
Frase lapidaria la que nos soltó cuando le contamos nuestras intenciones: “pues tendréis que echar merienda”. ¿Serían suficientes las explicaciones de este buen hombre?. Estaba claro que el día no nos iba a dar ninguna tregua.
A partir de ese momento, y tratando de seguir las explicaciones del pastor, nos adentramos en unos parajes espectaculares, donde iniciábamos el ascenso a la sierra de ….Nos llamaba la atención entre toda la vegetación especialmente los madroños, con sus maduros frutos rojos, que más de uno se atrevió a probar. Esta subida no se nos hizo demasiado penosa y vaya si mereció la pena. Cuando llegamos a la cumbre la vista era espectacular ¡Qué bonita es Extremadura!. Parece una frase cursi, pero no veo otra forma más directa de describirlo. Me venían a la memoria los parajes de Guadalupe: cerros, extensos valles, mucha vegetación, ninguna señal del hombre, salvo los necesarios cortafuegos…y paz, mucha paz. Aquí encuentra la razón de por qué uno se levanta un sábado a las seis de la mañana, pasa frío, sed, hambre, desconcierto y regresa a casa con una paliza pal cuerpo que no te permite ni siquiera tener fuerzas para ir el domingo a misa.
Tras la foto de rigor de Pitu, iniciamos un largo descenso. En ese momento me acordé de Paco. Lo que habría disfrutado en esa bajada con su nueva máquina. ¡Que mejor sitio para estrenarla!. Tengo que volver a realizar ese descenso, lo juro. Jamás he disfrutado tanto encima de la bici.
Un río, un puente, un valle y unos perdíos. Ah!, y el plátano de Luis, o lo que quedaba de él. Y es que no hay plátano que aguante dos caídas o más. Era el momento de comer algo. Allí estábamos en medio de un valle, comiendo en un puente y sin saber si continuar la ruta cruzándolo o siguiendo paralelo al río. Volvimos a consultar el mapa, pero no nos decía nada, era poco comunicativo. Decidimos en un primer momento no cruzarlo, pero tras comprobar que el camino elegido nos llevaba hacia atrás, pasamos el puente.
Seguimos como al principio, sin tener muy claro cuánto nos quedaba, ni por donde ir exactamente, hasta que nos cruzamos con la betemérita de la Junta, o sea, con los Agentes del Medio Natural. Eso ya son palabras mayores. Quien mejor que ellos para sacarnos del atolladero. Aunque a más de uno no le hubiera importado echar la bici al todoterreno y regresar con ellos a la civilización.
“Bla, bla, bla..., llegáis a la carretera hasta coger no se qué camino que os llevará al pueblo de… y de ahí a Alía ....
No sabíamos cuántos kilómetros nos quedaban aún por recorrer. No sabíamos si iba a ser llano (en estos parajes imposible), en cuesta o bajada. Lo que sí sabíamos es que no podíamos con nuestra alma (ni siquiera Pitu y Orzowei que las tenían de carbono), y que teníamos sed y hambre y era tarde, muy tarde y que no teníamos ni cobertura de móvil, ni ná.
Aquí también puedo decir que jamás lo he pasado tan mal montado en la bici recorriendo estos últimos tramos. Los demás compañeros iban para adelante como buenamente podían. Jose y yo hacía tiempo que habíamos decidido tomárnoslo con calma. Había que contemplar el paisaje. El primero tenía por enemigo al nuevo sillín, el segundo sencillamente es que no sentía las piernas. ¡Más de trece kilómetros de subida continua por la carretera!. Me río yo de la cuesta del Reventón. Hacía calor, teníamos hambre, mucha hambre; se había acabado el agua, los compañeros habían desaparecido hace tiempo del horizonte. ¿Habrían llegado ya a la fuente del Obispo? ¿Cuánto quedaba? No sé cuantas veces me bajé de la bici en ese trayecto. Gracias a Jose que me acompañaba, que si no me hubiera hundido en el desánimo.
Vimos pasar a una pareja en moto y pensé qué afortunados eran. Por fin nos encontramos con algunos compañeros esperándonos en la referida fuente del Obispo –Cuchi, Luis, Orzowei y Mario-. Me animó bastante escucharles que ellos también se habían bajado de la bici durante el ascenso. Continuamos juntos hasta el desvío que había de llevarnos por una pista –esta vez sin despistes- al pueblecito de La Calera-. También este trayecto lo realizaron Jose y Javi a la cola, sin prisas. Si había que pararse para contemplar algún detalle del paisaje, pues se paraba uno, sin más. Y, además, había que estar atento por si algún compañero pinchaba y había que echarle una mano. Como así fue al llegar al pueblo de La Calera. Creo que el pinchazo de Pabli era al menos el séptimo del día. Y aquí me pregunto ¿por qué todos los que pincharon –Cuchi, Pabli y Piolo- llevaban cubiertas con poco taqueado? ¿Porqué los demás no pinchamos?. (…)
Tras preguntar, ya por última vez, a una señora sobre la distancia que quedaba hasta Alía, continuamos la marcha y fuimos llegando a goteo a la Casa Rural desde donde habíamos partido ¡a las nueve de la mañana!. Los últimos en llegar Mario, Jose y Javi en torno a las cuatro de la tarde.
¡Qué vértigo mirar atrás! : casi siete horas de marcha y unos ochenta kilómetros recorridos. Con una orografía bastante montañosa, sin comida ni bebida suficiente, la mayor parte del tiempo perdidos, sin cobertura de móvil, sin conocer en ningún momento el terreno que teníamos delante. Y aún así, yo repetiría. Mejor preparado, pero repetiría. ¿Y tú?
A pesar de todos los infortunios, debemos dar gracias a Orzowei y Pitu por impulsar esta marcha. Para mí quedará siempre en el recuerdo. No creo que jamás vuelva a estar siete horas seguidas sobre la bici, pero disfruté y sufrí por igual como nunca. Y también gracias a la hospitalidad de David, de la Casa Rural Estrecho de la Peña.
Crónica Muy bien narrada por: Javi el Penúltimo
Partimos desde Don Benito con bastante puntualidad, en torno a las siete y diez de la mañana. Nos habíamos juntado en el Bar Stop Pabli, Cuchi, Luis, Pitu, Orzowei, Mario, Jose -que estrenaba bici- y Javi. -lo siento por los que no pudieron venir y más por los que “en pudiendo, no viniendo y perdiéndoselo”-. Aquí ya vimos que había fallado un poquito la infraestructura: ocho individuos y seis coches. “¿Dónde está la crisis?, dice Jose.
En torno a las ocho y media llegamos a la casa rural Estrecho de la Peña del paisano David y, tras algunos ajustes en las bicis (“no me funciona el velocímetro…“; “me falta presión en el amortiguador…”, “tengo que inflar la rueda…-¡no la derecha, porque eso no existe, cojones!-”, en fin, lo de siempre) comenzamos al aventura.
En ese momento se puso en funcionamiento el “JPS”, o sea, el “Julio Position System”…Hizo lo que pudo. Tengamos en cuenta que estábamos en zona montañosa y había escasa cobertura. Le había comentado David que habíamos de tomar el camino que salía enfrente de la casa rural y paralelo a la carretera. Así lo hicimos y acabamos en una pequeña finca sin salida. (¿¿¿???). ¿Sería un presagio de lo que nos iba a pasar durante el resto del día? …No importa, hoy vamos en plan avanzadilla, descubriendo una nueva ruta. Cogemos la carretera hacia la izquierda y vamos en busca de ese camino. Por fin salimos de la carretera y comienza la aventura. Por aquí vamos bien, pensamos. Todos agrupados, un camino paralelo a la sierra…Parecía que todo iba bien, hasta que nos encontramos con una bifurcación (la primera en la frente): ¿a la derecha o a la izquierda?. El instinto nos llevó a la izquierda –y no iba a ser la primera vez-. Y también nos llevó al pueblo de Alía tras una prolongada bajada. Alguien dijo: “como nos confundamos y tengamos que regresar, ¡menuda cuesta!. Tras llegar al pueblo, “JPS” le dio al “F1” -vamos, que preguntó a un vecino enseñándole el mapa- y pa tras, tuvimos que subir la cuesta.
Seguimos ruta, sin saber lo que nos deparaba el destino, hasta topar con otra bifurcación. Aquí estuvo la clave de todo. La opción derecha bajaba hacia un valle y parecía acabar en la sierra. La opción izquierda seguía la misma altitud que llevábamos y parecía que la rodeaba. Nos volvimos a equivocar, y esta vez sí fue determinante. Este error provocaría un retraso en la llegada de más de una hora y suponía hacer bastante más kilómetros. Pero, ¡quién dijo miedo!
Continuamos hasta que el camino acabó en una valla. Nos encontrábamos en medio de un bello paraje de dehesa, pero perdidos. ¿Por donde seguíamos?. De nuevo opción derecha, opción izquierda. Y esta vez sí acertamos. Siguiendo campo a través y, tras ver un zorro colgado de una encina, acabamos en medio de un rebaño de cabras, un mastín (¡ufff!) y un animoso pastor, a quien inmediatamente se dirigió JPS con mapa en mano.
Frase lapidaria la que nos soltó cuando le contamos nuestras intenciones: “pues tendréis que echar merienda”. ¿Serían suficientes las explicaciones de este buen hombre?. Estaba claro que el día no nos iba a dar ninguna tregua.
A partir de ese momento, y tratando de seguir las explicaciones del pastor, nos adentramos en unos parajes espectaculares, donde iniciábamos el ascenso a la sierra de ….Nos llamaba la atención entre toda la vegetación especialmente los madroños, con sus maduros frutos rojos, que más de uno se atrevió a probar. Esta subida no se nos hizo demasiado penosa y vaya si mereció la pena. Cuando llegamos a la cumbre la vista era espectacular ¡Qué bonita es Extremadura!. Parece una frase cursi, pero no veo otra forma más directa de describirlo. Me venían a la memoria los parajes de Guadalupe: cerros, extensos valles, mucha vegetación, ninguna señal del hombre, salvo los necesarios cortafuegos…y paz, mucha paz. Aquí encuentra la razón de por qué uno se levanta un sábado a las seis de la mañana, pasa frío, sed, hambre, desconcierto y regresa a casa con una paliza pal cuerpo que no te permite ni siquiera tener fuerzas para ir el domingo a misa.
Tras la foto de rigor de Pitu, iniciamos un largo descenso. En ese momento me acordé de Paco. Lo que habría disfrutado en esa bajada con su nueva máquina. ¡Que mejor sitio para estrenarla!. Tengo que volver a realizar ese descenso, lo juro. Jamás he disfrutado tanto encima de la bici.
Un río, un puente, un valle y unos perdíos. Ah!, y el plátano de Luis, o lo que quedaba de él. Y es que no hay plátano que aguante dos caídas o más. Era el momento de comer algo. Allí estábamos en medio de un valle, comiendo en un puente y sin saber si continuar la ruta cruzándolo o siguiendo paralelo al río. Volvimos a consultar el mapa, pero no nos decía nada, era poco comunicativo. Decidimos en un primer momento no cruzarlo, pero tras comprobar que el camino elegido nos llevaba hacia atrás, pasamos el puente.
Seguimos como al principio, sin tener muy claro cuánto nos quedaba, ni por donde ir exactamente, hasta que nos cruzamos con la betemérita de la Junta, o sea, con los Agentes del Medio Natural. Eso ya son palabras mayores. Quien mejor que ellos para sacarnos del atolladero. Aunque a más de uno no le hubiera importado echar la bici al todoterreno y regresar con ellos a la civilización.
“Bla, bla, bla..., llegáis a la carretera hasta coger no se qué camino que os llevará al pueblo de… y de ahí a Alía ....
No sabíamos cuántos kilómetros nos quedaban aún por recorrer. No sabíamos si iba a ser llano (en estos parajes imposible), en cuesta o bajada. Lo que sí sabíamos es que no podíamos con nuestra alma (ni siquiera Pitu y Orzowei que las tenían de carbono), y que teníamos sed y hambre y era tarde, muy tarde y que no teníamos ni cobertura de móvil, ni ná.
Aquí también puedo decir que jamás lo he pasado tan mal montado en la bici recorriendo estos últimos tramos. Los demás compañeros iban para adelante como buenamente podían. Jose y yo hacía tiempo que habíamos decidido tomárnoslo con calma. Había que contemplar el paisaje. El primero tenía por enemigo al nuevo sillín, el segundo sencillamente es que no sentía las piernas. ¡Más de trece kilómetros de subida continua por la carretera!. Me río yo de la cuesta del Reventón. Hacía calor, teníamos hambre, mucha hambre; se había acabado el agua, los compañeros habían desaparecido hace tiempo del horizonte. ¿Habrían llegado ya a la fuente del Obispo? ¿Cuánto quedaba? No sé cuantas veces me bajé de la bici en ese trayecto. Gracias a Jose que me acompañaba, que si no me hubiera hundido en el desánimo.
Vimos pasar a una pareja en moto y pensé qué afortunados eran. Por fin nos encontramos con algunos compañeros esperándonos en la referida fuente del Obispo –Cuchi, Luis, Orzowei y Mario-. Me animó bastante escucharles que ellos también se habían bajado de la bici durante el ascenso. Continuamos juntos hasta el desvío que había de llevarnos por una pista –esta vez sin despistes- al pueblecito de La Calera-. También este trayecto lo realizaron Jose y Javi a la cola, sin prisas. Si había que pararse para contemplar algún detalle del paisaje, pues se paraba uno, sin más. Y, además, había que estar atento por si algún compañero pinchaba y había que echarle una mano. Como así fue al llegar al pueblo de La Calera. Creo que el pinchazo de Pabli era al menos el séptimo del día. Y aquí me pregunto ¿por qué todos los que pincharon –Cuchi, Pabli y Piolo- llevaban cubiertas con poco taqueado? ¿Porqué los demás no pinchamos?. (…)
Tras preguntar, ya por última vez, a una señora sobre la distancia que quedaba hasta Alía, continuamos la marcha y fuimos llegando a goteo a la Casa Rural desde donde habíamos partido ¡a las nueve de la mañana!. Los últimos en llegar Mario, Jose y Javi en torno a las cuatro de la tarde.
¡Qué vértigo mirar atrás! : casi siete horas de marcha y unos ochenta kilómetros recorridos. Con una orografía bastante montañosa, sin comida ni bebida suficiente, la mayor parte del tiempo perdidos, sin cobertura de móvil, sin conocer en ningún momento el terreno que teníamos delante. Y aún así, yo repetiría. Mejor preparado, pero repetiría. ¿Y tú?
A pesar de todos los infortunios, debemos dar gracias a Orzowei y Pitu por impulsar esta marcha. Para mí quedará siempre en el recuerdo. No creo que jamás vuelva a estar siete horas seguidas sobre la bici, pero disfruté y sufrí por igual como nunca. Y también gracias a la hospitalidad de David, de la Casa Rural Estrecho de la Peña.
Crónica Muy bien narrada por: Javi el Penúltimo
Publicad los mapas de la ruta !!! Je,je,je...
ResponderEliminarCOMENTARIO DE LUIS PRIETO EN EL FORO DE CLUB CICLISTA QUINTO CECILIO:
ResponderEliminarMu chulas las fotos Pitu.
Siento no haber terminado la ruta, hoy me arrepiento, pero el sábado habría comido chorizo portuano con tal de no dar una pedalada más. Cosas de novato!
La próxima no me rajo, además he aflojado los tornillos de los pedales para no estropear la comida.
Por lo demás, lo pasé cojonudamente.
Un saludo a todos
muy buena crónica Javi, asi se hace. Y a tu pregunta -Yo tambien la repetiría-.
ResponderEliminarHola, Javi, aquí escribo desde el exilio hurdano. Gracias por el esfuerzo de escribir la crónica de la ruta. Los que no hemos ido ya podemos decir que hemos estado allí de algún modo, mientras leíamos la historia. Ya me gustaría ver alguna foto más, si las tenéis. Saludos.
ResponderEliminarMe llena de "orgullo y satisfacción" pertenecer al mismo grupo ciclista que vosotros, enhorabuena valientes¡¡¡
ResponderEliminarFelicidades Javi.
ResponderEliminarpor otro lado comunico que el patrocinio de ordenadores está aceptado, pero nos exigen que la equipación siga siendo roja.
Saludos T.p.
Siento mucho no haber podido perderme con vosotros.
José dice:Javi, eres el mejó, escribiendo, y el más modesto, dices que te acompañe´, ..., si no me llegas a ir esperando todo el camino, todavía yo estaría PERDÍO por esos montes.
ResponderEliminarMi culo estaba más rojo que la cara del orzowey después de salir de la sauna.
Lo dicho, muchas gracias por "estar a mi lado" este día.
Saludos a todos.
Orso guey pareces un grillo vestido de amarillo ahí tirado por los suelos.
ResponderEliminarRecuerdos de T P