NOOOOO…., NOOOO……, NO VEO NA, …..NO VEO NA……RISOTERAPIA SOBRE RUEDAS.
Eran casi las cinco de la mañana. Tumbado en mi cama, cerré los ojos y allí estaba de nuevo. Otro chiste y otro. No entendía lo que estaba diciendo José Ángel, pero yo no paraba de reírme.
Atrás había quedado un día –mejor una noche- inolvidable. No se de quien partió la idea de realizar esta marcha, pero desde que se anunció en el grupo el día la expectación fue subiendo cada vez más.
Aunque muchos de nosotros habíamos confirmado la asistencia en el Blog, el número final casi se dobla. Sobre las diez y media no eran más de cinco los que esperaban en la puerta del obradoiro. Pero en cuestión de cinco a diez minutos el goteo fue constante: uno por la derecha, dos por la izquierda, otro por la derecha…y así hasta completar diecisiete. La euforia se apoderó de nosotros. Estábamos casi todos. Entre las ausencias, Orzowei que, aunque no le faltaban ganas y a pesar de la insistencia de algunos compañeros, al final la prudencia le impidió arrimar el hombro. Tampoco pudo venir Ángel Egipcio, también recuperándose de su pequeña lesión. Javi Ticodoco se lo perdió por coincidir con sus vacaciones. Sí se sumó a la fiesta Paco Sanfran, con su fiel escudero y amigo José Ángel. Éste es un caso aparte. Además de las barritas y el agua que había metido en la mochila, traía en la cabeza memorizado un deuvedé entero de chistes que se encargó de soltar uno a uno hasta que nos separamos en la rotonda del stop sobre las cinco de la mañana.
Unos traían tecnología punta: luces leds con batería de más de cien horas de autonomía en la parte delantera y piloto rojo intermitente en la trasera; otros habíamos apañado una linterna a pilas cogida entre el manillar y la potencia con cinta aislante; el manitas que por sus conocimientos del tema había apañado un potente foco de esos que se utilizan en las torretas de las cárceles para que no se escape nadie; también estaba el contaminador lumínico de la noche: luces en el casco, luces en el manillar, luces en el asiento, luces en el pecho adosadas a la mochilla… En fin, pocas luces en el cerebro.
Con este atavío salimos en busca de la oscuridad. Nada iba a impedirnos pasar por la Plaza de España. Eran las fiestas de Santiago, las terrazas del Paydi y alrededores habían tomado el asfalto. Todo estaba lleno de sillas y mesas e, incluso de gente, pero diecisiete individuos montados en bici, uniformados de rojo e iluminados hasta la cabeza formaban un espectáculo que no íbamos a dejar de mostrar. Teníamos que haber dado la vuelta completa a la Plaza, pero eso nos hubiera retrasado un poquito la salida, y además no era cuestión de quitarle el protagonismo a quien en ese momento estaba dando una especie de pregón -Ángel Valadés padre- exaltando las costumbres locales del pasado, ni de arriesgarse a que alguno bajara de la bici y se sentara a tomar una cerveza.
El recorrido elegido era ir hasta las Cataratas, volver pasando por el cementerio y tomar un breve refrigerio en el campo de Lospi. Para ello lo más lógico era tomar la pista del Santo Jabero hasta el kilómetro ocho y continuar hasta los eucaliptos. Pero, con la escusa de no repetir el camino de vuelta, iniciamos el recorrido por el camino del pozo. En un principio nos confundimos y acabamos a las puertas de un almacén sin salida. Esto generó un poco de desconcierto en el grupo. Tomamos por fin el camino correcto que nos llevaría al badén que cruza el rio Ortigas. La lluvia del invierno pasado había hecho estragos. Cortados, zanjas, piedra y arena -mucha arena- hizo que lo tomáramos con calma. Luis Portu, Avería y yo nos adelantamos un poco, quizás para evitar el embotellamiento, el polvo y los encuentros de rueda con rueda. Voces y gritos eran la consecuencia de ir todos tan juntos, un poco despistados por la novedad de ir casi a oscuras y, sobre todo la arena que provocó que más de uno echara pie a tierra.
Resultaba curioso observar el grupo desde lejos. Un montón de pequeñas lucecillas blancas y rojas se movían lentamente sobre un fondo negro. Me recordaba a esas escenas de dibujos animados donde desde la oscuridad iban apareciendo numerosos ojos blancos. No había más luces, no había coches, no había ruidos, no había na. Sólo nosotros intentando no pegarnos una ostia. La Luna era casi llena, lo que nos permitía incluso marchar en algunos tramos sin necesidad de llevar las luces encendidas. Aun así, creo que en ningún momento todas las luces estuvieron apagadas. En los tramos de más dificultad o cuando a él le diera la gana, Avería encendía su potente foco y desde atrás iluminaba a todos cual Espíritu Santo. Aunque también daba la sensación de que nos perseguía un cazador de canguros australiano enfocándonos con su todoterreno.
Por fin llegamos a los eucaliptos y nos reagrupamos. Bajamos con más miedo que vergüenza. Estrangulamos la maneta de frenos más que nunca. Se formaron al menos dos grupos. Varios de nosotros nos adelantamos y decidimos gastar una broma a los demás aprovechando la oscuridad. Apagamos las luces, nos apartamos a la cuneta y nos escondimos detrás de unos arbustos. En silencio y con las bicis dirigidas al camino, esperamos a que pasaran los demás. No tardaron mucho en aproximarse los primeros. Cuando llegaron a nuestra altura encendimos las luces y salimos pegando gritos. No sé si alguno se asustó, pero nosotros -aunque la broma era un poco infantil- nos lo pasamos como los indios. La próxima vez me llevo una sábana blanca.
Esperamos al resto, pero éstos se retrasaban. Algo había pasado. Tiramos de móvil. "Bla, bla, bla...", ya vamos. Allí estaban, todos enfocando a una bici, la averiada, la de Avería (!qué raro!). Con la rodilla en tierra y con más luz que un quirófano, Lospi se afanaba en solucionar el problema. -¿Alguien tiene una eslavón de cadena? -Yo -dijo Ismael-, metiendo la mano en su mochila. Por el aspecto que tenía la caja, pensamos que el precio estaba en pesetas. Aun así funcionó.
Ya quedaba poco para alcanzar nuestro destino y dar la vuelta. Llegamos al puente de ladrillos y continuamos un poco más, pero sin alcanzar las faldas de la Sierra de Utrera. Consideramos que ya habíamos avanzado bastante y dimos la vuelta. Esta vez cruzamos el río Guadámez por el badén de hormigón. Como ya nos habíamos acostumbrado a rodar con la poca luz, apretamos el paso. Jose veía rebaños de ovejas por todos lados. Mejor dicho, los ojos de las ovejas. Y yo me pregunto: ¿se distinguen los ojos de las ovejas en la oscuridad, como los de los gatos?. Una incógnita.
Para librarnos del repecho de los eucaliptos, bordeamos el cerro por la izquierda. Algunos pensaban que nos dirigíamos al canal, pero la ruta estaba trazada de antemano. Avería la había subido al bloc e Ismael tenía los tracks en su GPS. Pista a la derecha, ahora a la izquierda. -No que por ahí no es -decía muy convencido Ismael-. Al final se mosquea. Llegamos al puente de Ortiga, lo cruzamos y esta vez sí, tomamos el camino del Santo Jabeo. ¿Va a impedir la oscuridad que haya esprint?. Nooooo.
A pesar de tener que cruzar los bloques de granito, el ritmo fue aumentando cada vez más, hasta el punto de que algunos no podíamos seguir el ritmo y quedamos descolgados. Por lo estrecho del camino, adelantar resultaba complicado. Al final, eran pocos los elegidos para disputar el esprint: JuanCancelara, Mario, Chato, Ángel GC, Avería, Piolo y Naturaul, entre otros. Pilo dice que llegó el primero, pero yo no lo vi. No se puede ser el Penúltimo y ver el esprint. Eso es de pura lógica.
De nuevo cruzamos por la Plaza -habrá que renegociar con los esponsor-. Poca gente en la plaza -eran casi las dos de la mañana- y los técnicos de sonido recogiendo los cables del escenario.
Mario, Lospi y Cancelara, entre otros, se habían encargado de preparar todo para que no echáramos de menos la Croisanteria, que a esas horas estaba cerrada. Había que atravesar el cementerio y seguir unos metros por el canal hasta llegar al campo de Lospi.
En el césped y entorno a una mesa, dimos buena de lo que nuestros amigos habían preparado para recuperarnos del esfuerzo: empanadas, ibéricos, quesos, incluso morcillas, acompañados de bebidas isotónicas. "Iso" porque eran todas iguales -latas fresquitas de cerveza curzcampo- y tónicas, porque te dejaban el cuerpo a tono.
No se como empezó todo. Si fueron los comentarios y la tertulia literaria que tuvimos con el premio recibido por Ismael; si fueron las sorpresas que se escondían en su mochila; o el descubrir la costumbre que tenía después de cenar; o fueron los chistes de José Ángel -de los hermanos Coelex-, el caso es que unos a otros nos contagiamos la risa y provocó que estuviéramos más de una hora sin parar de reír. José Ángel se afanaba en contar un chiste y otro y otro, pero yo no escuchaba nada, era empezar uno y ponerme a reír. Que momentos.
NATURAUL, AVERÍA, MARIO, CHATO, PIOLO, LOSPI, JOSE, MIGUE, BARNA, JUANCA-CANCERLARA-PEDIDOS, ANGEL GC, LUIS PORTU, ISMAEL, PACO SANFRAN, JOSÉ ÁNGEL, JAVIPENÚLTIMO (creo que me falta uno) no lo tuvimos nada claro (era de noche), pero estuvimos allí para disfrutarlo. Seguro que la próxima vez estamos todos. BY JAVIPENUTIMO.
Eran casi las cinco de la mañana. Tumbado en mi cama, cerré los ojos y allí estaba de nuevo. Otro chiste y otro. No entendía lo que estaba diciendo José Ángel, pero yo no paraba de reírme.
Atrás había quedado un día –mejor una noche- inolvidable. No se de quien partió la idea de realizar esta marcha, pero desde que se anunció en el grupo el día la expectación fue subiendo cada vez más.
Aunque muchos de nosotros habíamos confirmado la asistencia en el Blog, el número final casi se dobla. Sobre las diez y media no eran más de cinco los que esperaban en la puerta del obradoiro. Pero en cuestión de cinco a diez minutos el goteo fue constante: uno por la derecha, dos por la izquierda, otro por la derecha…y así hasta completar diecisiete. La euforia se apoderó de nosotros. Estábamos casi todos. Entre las ausencias, Orzowei que, aunque no le faltaban ganas y a pesar de la insistencia de algunos compañeros, al final la prudencia le impidió arrimar el hombro. Tampoco pudo venir Ángel Egipcio, también recuperándose de su pequeña lesión. Javi Ticodoco se lo perdió por coincidir con sus vacaciones. Sí se sumó a la fiesta Paco Sanfran, con su fiel escudero y amigo José Ángel. Éste es un caso aparte. Además de las barritas y el agua que había metido en la mochila, traía en la cabeza memorizado un deuvedé entero de chistes que se encargó de soltar uno a uno hasta que nos separamos en la rotonda del stop sobre las cinco de la mañana.
Unos traían tecnología punta: luces leds con batería de más de cien horas de autonomía en la parte delantera y piloto rojo intermitente en la trasera; otros habíamos apañado una linterna a pilas cogida entre el manillar y la potencia con cinta aislante; el manitas que por sus conocimientos del tema había apañado un potente foco de esos que se utilizan en las torretas de las cárceles para que no se escape nadie; también estaba el contaminador lumínico de la noche: luces en el casco, luces en el manillar, luces en el asiento, luces en el pecho adosadas a la mochilla… En fin, pocas luces en el cerebro.
Con este atavío salimos en busca de la oscuridad. Nada iba a impedirnos pasar por la Plaza de España. Eran las fiestas de Santiago, las terrazas del Paydi y alrededores habían tomado el asfalto. Todo estaba lleno de sillas y mesas e, incluso de gente, pero diecisiete individuos montados en bici, uniformados de rojo e iluminados hasta la cabeza formaban un espectáculo que no íbamos a dejar de mostrar. Teníamos que haber dado la vuelta completa a la Plaza, pero eso nos hubiera retrasado un poquito la salida, y además no era cuestión de quitarle el protagonismo a quien en ese momento estaba dando una especie de pregón -Ángel Valadés padre- exaltando las costumbres locales del pasado, ni de arriesgarse a que alguno bajara de la bici y se sentara a tomar una cerveza.
El recorrido elegido era ir hasta las Cataratas, volver pasando por el cementerio y tomar un breve refrigerio en el campo de Lospi. Para ello lo más lógico era tomar la pista del Santo Jabero hasta el kilómetro ocho y continuar hasta los eucaliptos. Pero, con la escusa de no repetir el camino de vuelta, iniciamos el recorrido por el camino del pozo. En un principio nos confundimos y acabamos a las puertas de un almacén sin salida. Esto generó un poco de desconcierto en el grupo. Tomamos por fin el camino correcto que nos llevaría al badén que cruza el rio Ortigas. La lluvia del invierno pasado había hecho estragos. Cortados, zanjas, piedra y arena -mucha arena- hizo que lo tomáramos con calma. Luis Portu, Avería y yo nos adelantamos un poco, quizás para evitar el embotellamiento, el polvo y los encuentros de rueda con rueda. Voces y gritos eran la consecuencia de ir todos tan juntos, un poco despistados por la novedad de ir casi a oscuras y, sobre todo la arena que provocó que más de uno echara pie a tierra.
Resultaba curioso observar el grupo desde lejos. Un montón de pequeñas lucecillas blancas y rojas se movían lentamente sobre un fondo negro. Me recordaba a esas escenas de dibujos animados donde desde la oscuridad iban apareciendo numerosos ojos blancos. No había más luces, no había coches, no había ruidos, no había na. Sólo nosotros intentando no pegarnos una ostia. La Luna era casi llena, lo que nos permitía incluso marchar en algunos tramos sin necesidad de llevar las luces encendidas. Aun así, creo que en ningún momento todas las luces estuvieron apagadas. En los tramos de más dificultad o cuando a él le diera la gana, Avería encendía su potente foco y desde atrás iluminaba a todos cual Espíritu Santo. Aunque también daba la sensación de que nos perseguía un cazador de canguros australiano enfocándonos con su todoterreno.
Por fin llegamos a los eucaliptos y nos reagrupamos. Bajamos con más miedo que vergüenza. Estrangulamos la maneta de frenos más que nunca. Se formaron al menos dos grupos. Varios de nosotros nos adelantamos y decidimos gastar una broma a los demás aprovechando la oscuridad. Apagamos las luces, nos apartamos a la cuneta y nos escondimos detrás de unos arbustos. En silencio y con las bicis dirigidas al camino, esperamos a que pasaran los demás. No tardaron mucho en aproximarse los primeros. Cuando llegaron a nuestra altura encendimos las luces y salimos pegando gritos. No sé si alguno se asustó, pero nosotros -aunque la broma era un poco infantil- nos lo pasamos como los indios. La próxima vez me llevo una sábana blanca.
Esperamos al resto, pero éstos se retrasaban. Algo había pasado. Tiramos de móvil. "Bla, bla, bla...", ya vamos. Allí estaban, todos enfocando a una bici, la averiada, la de Avería (!qué raro!). Con la rodilla en tierra y con más luz que un quirófano, Lospi se afanaba en solucionar el problema. -¿Alguien tiene una eslavón de cadena? -Yo -dijo Ismael-, metiendo la mano en su mochila. Por el aspecto que tenía la caja, pensamos que el precio estaba en pesetas. Aun así funcionó.
Ya quedaba poco para alcanzar nuestro destino y dar la vuelta. Llegamos al puente de ladrillos y continuamos un poco más, pero sin alcanzar las faldas de la Sierra de Utrera. Consideramos que ya habíamos avanzado bastante y dimos la vuelta. Esta vez cruzamos el río Guadámez por el badén de hormigón. Como ya nos habíamos acostumbrado a rodar con la poca luz, apretamos el paso. Jose veía rebaños de ovejas por todos lados. Mejor dicho, los ojos de las ovejas. Y yo me pregunto: ¿se distinguen los ojos de las ovejas en la oscuridad, como los de los gatos?. Una incógnita.
Para librarnos del repecho de los eucaliptos, bordeamos el cerro por la izquierda. Algunos pensaban que nos dirigíamos al canal, pero la ruta estaba trazada de antemano. Avería la había subido al bloc e Ismael tenía los tracks en su GPS. Pista a la derecha, ahora a la izquierda. -No que por ahí no es -decía muy convencido Ismael-. Al final se mosquea. Llegamos al puente de Ortiga, lo cruzamos y esta vez sí, tomamos el camino del Santo Jabeo. ¿Va a impedir la oscuridad que haya esprint?. Nooooo.
A pesar de tener que cruzar los bloques de granito, el ritmo fue aumentando cada vez más, hasta el punto de que algunos no podíamos seguir el ritmo y quedamos descolgados. Por lo estrecho del camino, adelantar resultaba complicado. Al final, eran pocos los elegidos para disputar el esprint: JuanCancelara, Mario, Chato, Ángel GC, Avería, Piolo y Naturaul, entre otros. Pilo dice que llegó el primero, pero yo no lo vi. No se puede ser el Penúltimo y ver el esprint. Eso es de pura lógica.
De nuevo cruzamos por la Plaza -habrá que renegociar con los esponsor-. Poca gente en la plaza -eran casi las dos de la mañana- y los técnicos de sonido recogiendo los cables del escenario.
Mario, Lospi y Cancelara, entre otros, se habían encargado de preparar todo para que no echáramos de menos la Croisanteria, que a esas horas estaba cerrada. Había que atravesar el cementerio y seguir unos metros por el canal hasta llegar al campo de Lospi.
En el césped y entorno a una mesa, dimos buena de lo que nuestros amigos habían preparado para recuperarnos del esfuerzo: empanadas, ibéricos, quesos, incluso morcillas, acompañados de bebidas isotónicas. "Iso" porque eran todas iguales -latas fresquitas de cerveza curzcampo- y tónicas, porque te dejaban el cuerpo a tono.
No se como empezó todo. Si fueron los comentarios y la tertulia literaria que tuvimos con el premio recibido por Ismael; si fueron las sorpresas que se escondían en su mochila; o el descubrir la costumbre que tenía después de cenar; o fueron los chistes de José Ángel -de los hermanos Coelex-, el caso es que unos a otros nos contagiamos la risa y provocó que estuviéramos más de una hora sin parar de reír. José Ángel se afanaba en contar un chiste y otro y otro, pero yo no escuchaba nada, era empezar uno y ponerme a reír. Que momentos.
NATURAUL, AVERÍA, MARIO, CHATO, PIOLO, LOSPI, JOSE, MIGUE, BARNA, JUANCA-CANCERLARA-PEDIDOS, ANGEL GC, LUIS PORTU, ISMAEL, PACO SANFRAN, JOSÉ ÁNGEL, JAVIPENÚLTIMO (creo que me falta uno) no lo tuvimos nada claro (era de noche), pero estuvimos allí para disfrutarlo. Seguro que la próxima vez estamos todos. BY JAVIPENUTIMO.